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Racismo estadounidense "versus" Racismo puertorriqueño


Los alzamientos populares anti-racistas en Estados Unidos de América (USA) levantó una ola de cuestionamientos en varios lugares del Sistema-Mundo.[1] En los países con pasado imperial ha implicado el derribo de estatuas de hombre racistas y grandes esclavizadores, colocando en cuestionamiento las memorias imperiales de los países de la Europa Occidental y del Sur de USA. En los países con pasado colonial han intensificado sus reclamos para la devolución de su acervo cultural que se exhibe en los museos de los países de la Europa Occidental y la activación de protestas contras las estructuras policiacas heredadas de las administraciones coloniales que deshumanizan a los ciudadanos, tal cual en épocas coloniales. En virtud de que USA, en tanto centro del Sistema-Mundo, y el referente principal de la geocultura liberal[2] que sirve de zapata cosmológica para legitimar tal sistema, los acontecimientos políticos que ocurren en este país-centro influyen al resto del sistema, como de hecho ha ocurrido, provocando respuestas diversas entre los pueblos organizados dentro de este sistema. Puerto Rico (PR) no ha sido la excepción a la regla, más aun siendo la colonia de este país-centro, emergiendo discusiones sobre el racismo y expresiones a favor de las protestas anti-racistas en USA.


El creciente interés en discutir el racismo en PR, al menos de parte de la clase media universitaria y profesional, con la proliferación de charlas,[3] levanta controversias saludables en torno al marco referencial utilizado para interpretar el racismo propiamente puertorriqueño en PR. Algunas discusiones han utilizado las categorías sociales de raza de USA como “negro” y “blanco”, incluyendo conceptos como “privilegio blanco” y “colorismo” sin matizarlos o historializarlos críticamente para emplearlos adecuadamente en el contexto puertorriqueño. Empero, la importación de tales términos y conceptos en PR, desarrollados por los marcos epistémicos afro-estadounidenses, no pueden explicar con precisión las dinámicas que emergen precisamente de las dinámicas coloniales en PR.


No hay que olvidar que el racismo/colonialismo interno estadounidense, que ejerció contra pueblos indígenas y africanos, es diferente a su colonialismo “externo” ejercido contra sus “territorios no-incorporados” (y el resto de los países caribeños y de América Central). En este sentido, la relación que estableció USA con los pueblos de PR, Las Filipinas y Guam a partir de 1898, los cuales no fueron considerados ni “nativo-americanos” ni “afroamericanos”, creó una nueva configuración en los marcos epistémicos anglosajones que consideró como externo (del imaginario de) lo americano a estos pueblos. Por tanto, esta nueva forma de relacionarse del Yo-Blanco-Anglosajón-Imperial con sus nuevas otredades (u otros), articuló nuevas relaciones de poder o nuevas formas de racialización y dominación. En este sentido, los marcos epistémicos afro-estadounidense resultan insuficientes para comprender el tipo de colonialismo “externo” racista de USA contra PR, y las dinámicas que genera tal colonialismo dentro de PR, a fin de articular acciones políticas que lo identifique y desmantelen.


Un ejemplo de lo que hablamos lo podemos encontrar en la historia de PR a través de la elección, y eventual selección, de José Celso Barbosa, un afro-puertorriqueño educado en USA, y líder del extinto Partido Republicado, a la posición más alta que un puertorriqueño podía ocupar en el gobierno colonial de la Ley Foraker de 1901 al 1917. Su color de piel no le impidió ocupar las posiciones más importantes dentro del gobierno colonial estadounidense mientras que dentro de USA se profundizaba la era del Jim Crow y los linchamientos anti-negros. La participación de Barbosa en el gobierno colonial, como miembro de la Cámara de Delegados o del extinto Consejo Ejecutivo (ya sea por elección popular o por selección imperial), muchas veces fue promovida por el gobierno estadounidense para socavar la participación de personajes como José de Diego, Luis Muñoz Rivera y Matienzo Cintrón quienes cuestionaban el control colonial de USA sobre PR. Estos últimos eran “hombres blancos” profesionales puertorriqueños y miembros del partido mayoritario de la época, el Partido Unión de PR que controlaba la Cámara de Delegados desde 1904. Esta dinámica de promoción imperial interna de un afro-puertorriqueño, en medio de las políticas de americanización contra PR, creó el siguiente escenario:

  1. un de Diego y Muñoz Rivera en contra abiertamente del control colonial estadounidense en PR y de la americanización a través de la reafirmación de una identidad hispánica-racista de “lo puertorriqueño” a fin de resistir ambos proyectos imperiales (el político y el cultural);

  2. un Barbosa que, afirmándose en el liberalismo estadounidense, apoyó la americanización (o el proyecto imperial / control colonial) para impulsar un tipo de democratización de la sociedad puertorriqueña.

Estas dinámicas que generó el colonialismo racista externo estadounidense, dentro del colonialismo-racismo del tipo hispánico que ya existía en PR, no las puede explicar apropiadamente los marcos epistémico afro-estadounidense. ¿Por qué opera(ba) ese racismo anglo-estadounidense de esta manera, es decir, coartando derechos a sus propios ciudadanos clasificados como “negros” en el territorio continental, además de desconocer los derechos colectivos de sus nuevos pueblos colonizados, mientras que ofrecía cuotas de poder y hasta defendía (y “defiende”) los derechos individuales de sus sujetos colonizados “negros” dentro de PR? ¿Por qué el mismo maestro José Luis González, uno de los primeros intelectuales puertorriqueños independentistas que afirmó que la raíz fundante de la nacionalidad puertorriqueña fue la africana, sugiere que la cultura popular afrocaribeña de PR y los afro-puertorriqueños se beneficiaron[4] durante el periodo colonial de la Ley Foraker y Jones? ¿Cómo era el racismo puertorriqueño de herencia hispánica (que sufrieron en carne propia lxs afro-puertorriqueñxs), que pugnó y retó al anglosajón, a la misma vez, que convergió y se armonizó con él (a través de la fundación del ELA)?


Otros contrastes en las dinámicas sociales históricas entre USA y PR radica en que los hombres ilustres fundantes de la “nacionalidad puertorriqueña” (que el Estado Libre Asociado de PR promueve) fueron, en su gran mayoría, abolicionistas y “anti-racistas” (Ej. Ramón Emeterio Betances, José Julián Acosta, Segundo Ruiz Belvis, Eugenio María de Hostos). Esto da al traste con aquellos evocados y celebrados en la narrativa oficial estadounidense los cuales fueron dueños de esclavizados africanos o consagrados supremacistas blancos (Ej. George Washington, Thomas Jefferson, Woodrow Wilson, etc.). De hecho, en PR se celebra el Dia de la Abolición de la Esclavitud (22 de marzo de 1873) desde la aprobación del Código Político en 1902, a diferencia de USA donde el Juneteeth (día de la abolición de la esclavitud en aquel país el 19 de junio 1865) está todavía en una idea declararlo día oficial.


Aún más importante, la participación en posiciones de liderazgo de hombre “negros” puertorriqueños, donde lideraban personas de diferentes tonalidades del piel en momentos cruciales de la historia de PR, como Pedro Albizu Campos (Presidente del Partido Nacionalista), Ernesto Ramos Antonini (Presidente de la Cámara de Representante del ELA de 1948 al 1963) e inclusive el mismo José Celso Barbosa, ha sido oficialmente reconocida (aunque solo sea para validar el perfil “inclusivista” colonial del ELA, integrando en su relato a personajes de diferentes “ideologías políticas”). En USA, el reconocimiento de los hombres ilustres afroamericanos apenas comenzó hace unas pocas décadas y, aun así, dan al traste de lo poco que están consagrados en el panteón oficial de los hombre y mujeres ilustres estadounidenses.

Lo anteriormente dicho no niega que haya existido y que exista el racismo explícitamente anti-negro en PR (aunque no sea de la virulencia a la estadounidense) o grupos con una explícita ideología supremacismo blanca en PR. Las dinámicas que ocurren en el pueblo de Loíza y las deprivaciones que sufren diariamente los loiceños afro-puertorriqueños (muy poco conocidas en el país) son una muestra del racismo estructural anti-negro en PR. Además, el libro de “Insularismo” de Antonio Pedreira, que constituyó uno de los referentes culturales más importante para construir lo puertorriqueño en el institucionalidad gubernamental que se creaba con el ELA, es una muestra fehaciente, aunque tropical, de un supremacismo occidental (blanco) en PR.[5] Claramente existe el racismo anti-negro en PR y el supremacismo blanco en su versión de supremacismo occidentalista tan arraigada en el concepto de Casa de Estudio de Jaime Benítez que sirve de matriz epistemológica de la Universidad de Puerto Rico. Empero, no es este el espacio, en tanto propuesta de conferencia, para una reflexión histórica sobre la estructura epistémica y la operatividad del racismo puertorriqueño. Eso vendrá más tarde en artículos y en las charlas que se proponen a continuación. Más bien, lo que intentamos resaltar en esta introducción/controversia son dos elementos importantes en la discusión cuando hablamos del racismo puertorriqueño vis a vis el estadounidense.


El primero elemento, ya explicado, es resaltar las evidentes diferencias entre los racismos estadounidenses y puertorriqueño y señalar que utilizar acríticamente el marco epistémico desarrollado por los afro-estadounidenses para interpretar la realidad puertorriqueña, distorsiona puntos fundamentales del racismo puertorriqueño (Ej. la reproducción del colonialismo entre PR y USA y la insuficiente comprensión de la identidad no-blanca/no-negra, o mulata, puertorriqueña que promueve la institucionalidad del ELA). Esto podría dejar sin contenido o significación política a importantes dinámicas sociales isleñas. No es extraño porque la reacción negativa de muchxs puertorriqueñxs cuando se utiliza el marco epistémico afro-estadounidense para interpretar la realidad puertorriqueña, a diferencia del anglosajón el cual está totalmente normalizado por su pretensión falsa de universalidad.[6] Muchxs boricuas mestiza(dxs) y mulatxs(izadxs) no ven ese racismo del tipo estadounidense en PR, a pesar de que consistentemente se racializan a sí mismo cuando consienten el colonialismo estadounidense en PR.[7] La utilización no-crítica de los marcos epistémicos afro-estadounidense no ayuda a aclarar el racismo puertorriqueño. Más bien, estimula a que la población niegue, aún más, la existencia del racismo puertorriqueño el cual es la matriz fundante para que se reproduzca el colonialismo de USA en PR y una identidad colonial que lo legitima.


El segundo aspecto que alertamos es la jerarquía existente entre la metrópolis y la colonia. Esta jerarquización en favor del primero, en detrimento del segundo, no es sólo económico, político y social. Es también epistémico. Es decir, los del norte (o los que piensan desde la experiencia o los marcos del conocimiento del norte) presumen que su racionalidad es la que provee el sentido “adecuado” y explica mejor la realidad puertorriqueña.[8] Así como el gobierno federal de USA, o los que usan el marco epistémico anglosajón, afirman que USA le ofrece derechos y progreso a PR, presumiendo que los puertorriqueños carecen en sí mismo de los mismos (¿entonces, no somos suficientemente humanos para inherentemente poseerlos?); de igual manera, la realidad puertorriqueña cobra solo sentido en los marcos interpretativos que vienen de la metrópolis. Es decir, los humanos en la colonia no pueden producir, según las personas que piensan desde la metrópolis, sus propios marcos epistémicos para auto-reflexionarse porque su realidad deriva, precisamente, solo de ese norte.


Empero, la realidad de un país colonizado es también reflexiva porque, quien vive tal realidad, la (re)produce y la experimenta como experiencia vivida a través de procesos de decisiones/subjetivización diarias. Cuando se presume que esa realidad se reduce a una como extensión de otra, es decir, la experiencia colonial no es, si no, la extensión del Yo-Imperial, al colonizado se le concebirá que vivirá al son de la experiencia del otro sin experiencia o vida propia. Por tanto, el colonizado no tiene capacidad de apropiación de su vida. Por eso el colonizado tendría que utilizar los marcos epistémicos del imperio porque, en sí mismo, vive una realidad donde él ni siquiera produce procesos de subjetivización propios. Eso es parte de los procesos de deshumanización/racialización donde la otredad colonial no se le reconoce su capacidad de reflexión (creación de realidad) y de significación (creación de sentido) de su propia vida ante, alegadamente, su inferior grado de inteligencia (es insuficientemente inteligente para ser plenamente humano). Este tipo de racismo epistémico es muy común en PR y es fuertemente impulsado por la academia puertorriqueña a través de su clase media profesional.


Obviamente, el rechazo inmediato a los marcos epistémicos afro-estadounidenses de parte de la población puertorriqueña, vis a vis a la tan fácil aceptación de la anglosajona[9], indica que los procesos de autoidentificación puertorriqueña se realizan en la angloestadounidense y no en la afroestadounidense. Es decir, la angloestadounidense, aunque modificada, ofrece sentido a la identidad colonial puertorriqueña, por eso la reproducción colonial-racista de parte del propio puertorriqueño, mientras la otra le es extraña y ajena. Eso, ya de antemano, indica la jerarquía epistémica y los privilegio que tiene “lo imperial-angloestadounidense” frente a “lo colonial-negro-estadounidense” en PR. No obstante, y haciendo la salvedad que los marcos epistémicos afro-estadounidense si son importante conocerlos y utilizarlos críticamente, no olvidemos el hecho de que tales marcos tienen el privilegio de la relación imperio-colonia y, por tanto, puede fácilmente conducirnos a fortalecer la relación epistémica Metrópolis-Conocimiento-Racionalidad vis a vis Colonia-Ignorancia-Irracionalidad si no se emplea críticamente.


Aunque los marcos epistémicos afro-estadounidense da cuenta de los procesos de deshumanización desde la otredad interna anglosajona, lo hace desde ese colonialismo interno estadounidense. En cambio, el Pueblo de PR es la otredad “externa” a USA porque, culturalmente para el estadounidense (sea blanco, negro, asiático, indígena, etc.), PR no es parte de USA. Es decir, no se le concibe como parte del imaginario de lo americano. Los marcos afroestadounidenses no hablan típicamente desde la exterioridad de ese imaginario universalizado del Yo-Imperial-Angloestadounidense. Además, la experiencia de vida afro-estadounidense no experimentó mayormente el racismo hispánico, o el colonial español, que fue muy diferente al anglosajón.[10] Actualmente, gran parte de los entendidos sobre lo que comprendemos de “puertorriqueño”se originan, precisamente, del racismo del tipo hispánico; y dentro del contexto colonial entre PR y USA, tal entendimiento sobre lo puertorriqueño desde el racismo hispánico se utiliza, inclusive, para resistir la dominación colonial o el racismo estadounidense, evocando una alegada identidad que folkloriza/racializa lo indígena (en lo taíno) y lo africano. Esos elementos no los aborda los marcos epistémicos afro-estadounidense, mucho menos el anglosajón, y son de capital importancia para entender los procesos de racialización en PR que están tan normalizados entre lxs puertorriqueñxs que hasta pasan desapercibidos.


Además, desde el punto de vista de la política económica ejecutada en PR, se le olvida a la clase media y profesional puertorriqueña moderna que la condición que la hizo posible, en tanto clase, fue la expulsión sistemática de la mayoría población. Es decir, a medida que entraba el capital manufacturero estadounidense, y luego el financiero, se creaba paralelamente la clase media y pobre moderna puertorriqueña. Esta última se creaba mediante su expulsión de la economía formal a través de su emigración, informalización económica y asistencialismo federal masivo. Una expulsión que hoy en día está plenamente institucionalizada y normalizada y que, sin ella, no es posible la existencia la clase media y su consciencia en tanto experiencia de vida (y que es reproducida en las universidades del país). Es desde esa experiencia de vida donde se alimenta el relato de progreso y desarrollo del colonialismo moderno puertorriqueña través de ELA y sus instituciones políticas. Conciencia que invisibiliza sistemáticamente la exclusión y deshumanización de la mayoría de la población que emigraba a USA, se informalizaba económicamente o quedaba dependiente del asistencialismo federal porque es incapaz de visualizar que la condición de posibilidad del desarrollo de su consciencia fue a merced de tal deshunamización y exclusión. Muchos de esos excluidos y deshumanizados fueron afro-puertorriqueños y mulatos y, diariamente en PR, son racializados cuando se le llama “cuponeros”, “vagos”, “mantenidos” y otros epítetos porque no reproducen las definiciones de “buen” puertorriqueño de una clase media y profesional altamente occidentalizada-blanqueada por las instituciones de ELA y universidades del país.

A la luz de lo antes dicho, nos parece importante iniciar un conjunto de charlas en PR para hablar y develar el racismo propiamente puertorriqueño sin obviar, absolutamente, la relación colonial racista de USA contra el archipiélago caribeño y la herencia del racismo español en PR. Por supuesto, el objetivo de estas charlas no es solo la preparación de caminos para la articulación de marcos epistémicos propiamente boricuas-caribeños a fin de entender y enfrentar políticamente el racismo-colonialismo puertorriqueño, sino revelar en carne propia los procesos de racialización que experimentan lxs más racializadxs en PR (Ej. lxs loiceñxs viviendo en Loíza, lxs dominicanxs y hatianxs y las poblaciones de los residenciales públicos) con ejemplos claros entendible para toda lxs puertorriqueñxs.


Se proponen 4 charlas con 9 intelectuales, activistas y artistas puertorriqueñxs y dimunicanx los días 10 y 24 de enero, 15 de febrero y 7 de marzo para charlar sobre algunos de los temas aquí expuestos entre muchos otros. Los entrevistados serán el intelectual afrodiaspórico el colega Agustín Laó; el líder comunitario de la zona sur-sureste (concentrado mayormente en Salinas) Nelson Santos Torres; el maestro que impulsó los acuerdos paz entre las jóvenes de las comunidades de Loíza, Ramón Cuadra Flecha; la investigadora sobre el racismo puertorriqueño la Dra. Isar Godreau; la líder comunitaria de Piñones la afroboricua Maricruz Rivera Clemente; la líder del residencial Las Gladiolas, Mirta Colon Pellecier; el historiador de la memoria y de la inteligencia de los afroboircuas el dramaturgo Roberto Ramos Perrea; un(a) activista en defensa de las comunidades dominicanas y haitianas en PR; y un(a) activista-intelectual boricua.



Además, el autor de este escrito redactará unos 4 artículos “breves” para proponer un marco de cómo entender el racismo/colonialismo puertorriqueño desde la propia historia de Puerto Rico. Estos 4 artículos se redactarán a manera de provocar la discusión sobre la articulación de un marco epistémico propiamente Caribeño-Puertorriqueño cuyo fin sea la descolonizacón del conocimiento y de las identidades en PR.


 

[1] El fenecido científico social Immanuel Wallerstein (2005: 72, 79-80) define el sistema-mundo en 4 acepciones, a saber: 1) un sistema es una especie de todo conectado, con reglas de operación internas y algún tipo de continuidad; 2) un sistema-mundo no es el sistema del mundo sino un sistema que es un mundo […]. El análisis de sistema-mundo arguye que las unidades de realidad social dentro de las que operamos, y cuyas reglas nos constriñen, son, en su mayoría, tales sistemas-mundo. 3) El sistema-mundo en el que ahora vivimos, es el que ha tenido sus orígenes en el siglo XVI en Europa y América. El sistema-mundo moderno es una economía-mundo CAPITALISTA. 4) Un sistema histórico (social) es una combinación de "histórico" y "sistema". En una misma frase es utilizada por los analistas de sistema-mundo para enfatizar todos los sistemas sociales simultáneamente sistémicos (tienen características constantes que pueden ser descritas) e históricos (tienen una evolución continua y nunca son idénticos a sí mismos de un momento dado a otro).

[2] Hago referencia al término “geocultura” acorde a lo que el sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein (2001) describe como al proyecto político-cultural de la civilización occidental, el liberalismo, el cual comienza a hegemonizar el sistema mundial a partir de 1789. Wallerstein argumenta que la geocultura del sistema mundial, o el liberalismo, es un proyecto político-cultura que, políticamente hablando, pretendía la realización de la Liberté, Égalité et Fraternité o “la realización de los ideales popularizdos por la Revolución francesa” (Ibíd.: 46). Tal proyecto cultural secularizante del sistema- mundo presume de dos entendidos: 1) que el cambio político es normal y esperable y, por tanto, legítimo; y 2) que la “soberanía” de un gobierno “no reside en los gobernantes ni en legislaturas[,] sino en algo llamado “pueblo””, por tanto, se negaba “legitimidad moral a los regímenes no democráticos [ni liberales]” (Ibíd.: 12, 45). Junto con esas ideas, vino un programa de gobierno, que consistía en: 1) el sufragio universal, 2) la redistribución social del ingreso mediante la ceración del “Estado de Bienestar” y 3) el nacionalismo o la creación de una nueva identidad vinculada a las instituciones estatales que, a su vez, comenzarían a administrar la vida de dicha identidad a manera de cohesionar (racialmente) al “pueblo”. Con la emergencia de esta geocultural del sistema nacen las ideologías políticas (conservadores-derechas, libreales-centristas e izquierdas-progresistas-socialistas), las ciencias sociales y los movimientos sociales que impulsan la consecusón de este programa bajo los entendidos ya expuestos.

[4] González (2001: 15) menciona “La cultura popular puertorriqueña, de carácter esencialmente afroantillano, nos hizo, durante los tres primeros siglos de nuestra historia pos-colombina, un pueblo caribeño más [... p. 5]. [S]e equivocaban y siguen equivocándose quienes, pasando por alto el carácter clasista de esa cultura [blanca de la élite], la postulan como la única cultura de todos los puertorriqueños e identifican su deterioro bajo el régimen norteamericano con un supuesto deterioro de la identidad nacional. Tal manera de ver las cosas no sólo confunde la parte con el todo, porque esa cultura ha sido efectivamente parte de lo que en un sentido totalizante puede llamarse -cultura nacional puertorriqueña", pero no ha sido toda la cultura producida por la sociedad insular; sino que, además, deja de reconocer la existencia de la otra cultura puertorriqueña, la cultura popular que, bajo el régimen colonial norteamericano, no ha sufrido nada que pueda definirse como un deterioro, sino más bien como un desarrollo: un desarrollo accidentado y lleno de vicisitudes, sin duda, pero desarrollo al fin. Y decir esto no significa hacer una apología del colonialismo norteamericano desde la izquierda, como se obstinan en creer algunos patriotas conservadores, sino simplemente reconocer un hecho histórico: que el desmantelamiento progresivo de la cultura de la élite puertorriqueña bajo el impacto de las transformaciones operadas en la sociedad nacional por el régimen colonial norteamericano ha tenido como consecuencia, más que la "norteamericanización” de esa sociedad, un trastocamiento interno de valores culturales. El vacío creado por el desmantelamiento de la cultura de los puertorriqueños "de arriba" no ha sido llenado, ni mucho menos, por la intrusión de la cultura norteamericana, sino por el ascenso cada vez más palpable de la cultura de los puertorriqueños “de abajo".

[5] El Prof. Antonio Pedreira (1973: 32) mencionaba, en su libro de Insularismo, publicado en la década de 1930, que: “luchan en el mestizo dos razas antagónicas […,] de fondo indefinido y titubeante […,] hombre que colabora y no crea, que sigue y no inicia […]. Cuando en instantes afloran […] la sangre europea, somos capaces de las más altas empresas, cuando el gesto viene de […] sangre africana quedamos indecisos [y] embobados […] ante visión cinemática de brujas y fantasmas.

[6] Los marcos epistémicos anglosajones (Ej. las teorías de crecimiento económico y de la modernidad pertenecen son producto de este marco) no solo invisibilizan el racismo puertorriqueño, sino que lo niegan.

[7] Algunos ejemplos venidos de los sectores anexionistas-integristas o estadolibristas son las afirmaciones como: “la ciudadanía estadounidense es la que nos otorga derechos (humanos)”. Tal afirmación implica presumir que los puertorriqueños no son plenamente humanos porque no tienen inherentemente derechos. Otro ejemplo es presumir que una independencia de PR implica desembocarnos a convertirnos en “Haití” (Negro y Pobre) porque nos alejamos de lo Americano (Moderno-Progresista-Blanco). Desde el independentismo el racismo epistémico se expresa en la disolución de la identidad puertorriqueña hispánica-mulata ante la potencia de las instituciones y cultura anglo-blanco-estadounidense. El racismo aquí, en ambos casosos, se expresa en la sub-ontologización del ser-puertorriqueño ya sea porque desaparecería por su pobreza inherente en una independencia o por una identidad precarizada y débil por la anexión.

[8] ¿No es eso lo que hace la Junta de Control Fiscal cuando habla del sobreendeudamiento debido principalmente a “causas boricuas” a fin de justificar políticas de reducción de derechos contra la mayoría de la población?

[9] Por ejemplo, la aspiración a la modernidad del tipo estadounidense vía la frase “lo mejor de dos mundos” es una adoptación del marco epistémico anglosajón a la dinámica interna puertorriqueña.

[10] El yo-español-imperial se mezcló muchísimo más con sus poblaciones colonizadas que el yo-anglosajón-imperial que legalizó la separación entre poblaciones vía factores físico y origen étnico.

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