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El secreto del Partido Popular

El Partido Popular Democrático (PPD) no es como el resto de los partidos inscritos que compiten en estas elecciones. Tampoco es un partido que agrupa a un conjunto de personas unidas por intereses o una ideología común cuyo objetivo es conducir un gobierno afín a los mismos. Desde hace décadas, el PPD tiene entre sus bases intereses socioeconómicos divergentes y posiciones políticas bastante disonantes. Su base electoral, además, viene socavándose desde finales de 1960. Empero, se las ha arreglado para gobernar durante 24 de los últimos 48 años de vida política. ¿Cómo lo hace?

Lo que hace el PPD el partido más importante del Puerto Rico moderno es su gran acervo simbólico. Este acervo creó y reproduce al sujeto político puertorriqueño moderno del cual depende el resto de los partidos políticos para interpelar al elector puertorriqueño.

El PPD tiene el privilegio, no solo de haber redefinido al “puertorriqueño moderno” mediante las instituciones sociales que creó, sino que es el único partido que realmente administra simbólicamente “lo puertorriqueño”. Su fundador, Luis Muñoz Marín, un intelectual y político (manipulador) de alto calibre, fue el que sintetizó las antiguamente estructuras simbólicas que daban sentido a los diferente mundos que imaginaban a Puerto Rico antes de 1940 para institucionalizado en un nacionalismo cultural (colonial) vía el Estado Libre Asociado (incorporando el mundo de la élite puertorriqueña del s. XIX, de los obreros de principio del s. XX, del gobierno estadounidense y del nacionalismo albizuista de 1930).

Del legado de la elite puertorriqueña decimonónica, el PPD adquirió la voluntad de gobernar a las masas puertorriqueñas que las declaraba “incivilizadas” e incapaces de gobernarse por sí mismas. Ésta se autonombraba heredera de la civilización occidental hispánica para afirmar una “hidalguía simbólica” (como herencia del sujeto imperial español) que le legitimaba ese rol “civilizador” y permitía inferiorizar a la masa “africanizada” (o no-occidental). La hispanofilia y la folklorización de lo no-occidental en el relato de “lo puertorriqueño” en el PPD viene de esa hidalguía simbólica que inferioriza a las masas no-blancas puertorriqueñas para revalidar su rol histórico de “civilizador”.

Empero, la élite decimonónica nunca hizo una política de masas. Tal política nace con la asalarización y sindicación del campesinado de principios de s. XX mediante el Partido Socialista. Decía Muñoz, en 1973, que “[e]n mi campaña fundadora del PPD yo recordaba con orgullo mi militancia en el Partido no tengo inhibición alguna en definir mi actitud básica como socialistapor considerar que toda acción pública debe justificarse por su beneficio social.” Muñoz toma la política de masas comenzada por los asalariados campesinos y lo hace su propia práctica política que institucionalizó en el PPD.

Además, Muñoz tuvo que incorporar el relato del gobierno federal de “lo puertorriqueño” para legitimarse ante el “americano”. Para EE.UU. todo lo que no sea estadounidense es barbarie, pobreza e irracionalidad. El último gobernador militar estadounidense mencionaba “the inhabitants, all of foreign races and tongue, […] without experience in conducting a government in accordance with Anglo-Saxon practices,were not deemed to beto fully appreciate the responsibilitiesof complete self government.”

Estados Unidos primero inferiorizó, para justificar restringir. Muñoz tuvo que aceptar tal inferiorización para arañar un poco de “civilización” (¿autonomía?). En las vistas para la aprobación de la ley 600 así lo aceptó cuando dijo: “si el pueblo de Puerto Rico se volviera locoel Congreso siempre puede encontrar la manera de legislar otra vez.” Lo innegociable de la “ciudadanía americana” para el PPD es, simbólicamente hablando, la reproducción de esa “irracionalidad” puertorriqueña.

Por último, Muñoz se apropió de la simbología “albizuista” (bandera, idioma, literatura, etc.) para articular un nacionalismo simpático para USA y seductor para Puerto Rico.

El PPD es una maquinaria institucionalizada, que se sirve a sí misma, para reproducir las condiciones simbólicas y materiales de una “puertorriqueñidad colonial” con la cual millones de borincanos se identifican.

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